sábado, 24 de septiembre de 2016

Se nos acabó el amor?

¿Te han dicho alguna vez “se me acabó el amor”? ¿O tú lo has sentido? ¿Sabes qué pasó realmente? Giuliana te da la respuesta…


¿Es el amor un sentimiento?
Estrictamente hablando, no. Si bien al amar podemos “sentir” muchas cosas, estos sentimientos no son los que sustentan el amor. ¿Cómo, si no, podríamos mantener una relación estable y sana si su base fuera el vaivén de las emociones? Y es gracias a esta confusión que existe hoy entre amar y sentir que las estadísticas nos sorprenden con altos números de rupturas amorosas luego de poco tiempo de iniciada una relación y, más triste aún, con un ya casi 50% de divorcios entre las parejas casadas.



Hoy en día las personas piensan que amar consiste en mantener indefinidamente esas emociones o “cosquillas en el estómago” que se sienten en los primeros tiempos de una historia de amor. Por eso, cuando se dejan de sentir –algo totalmente normal–, y los sentimientos se empiezan a transformar en rutina o monotonía, piensan que el amor se ha acabado y deciden ir en busca, nuevamente, de estas emociones que los hicieron tan “felices”. Así, no es raro ver a hombres y a mujeres en edades ya avanzadas que siguen a la caza del amor de su vida… sin darse cuenta que, según ellos, ya lo habían encontrado en cada persona con la que sintieron alguna emoción romántica. Y, peor aún, sin ser conscientes de que jamás lo encontrarán porque no saben lo que es realmente amar.
¿Qué es amar?
Si bien ese sentimiento que se genera cuando uno recién conoce a alguien que le gusta es muy bonito, eso no es amor. Y hay que tenerlo claro. Además, esa emoción exacerbada no permite, muchas veces, ver a quién realmente tenemos al frente ya que nos “enamoramos” de todas las características que nos impresionan de esa otra persona y no nos fijamos en las cosas no tan buenas. Por eso, cuando ese velo de emoción va cayendo y vamos viendo con mayor objetividad al otro, comienzan las decepciones, los malos ratos y las discusiones hasta acabar, muchas veces, en la ruptura. Esto no es tan dramático cuando solo hemos pasado un tiempo corto con alguien sin mayor inversión de tiempo que un par de idas al cine o a comer una hamburguesa. Pero cuando hablamos de un matrimonio y de una familia con hijos, esta ruptura tiene secuelas más fuertes y las malas decisiones tomadas en base a sentimientos ya no es un juego de quinceañeros enamorados.
Dejarse llevar por las emociones no nos hace libres, ya que no estaríamos usando nuestra capacidad de decidir sobre nuestro corazón sino que, al contrario, seríamos esclavos de sentimientos que dominarían nuestra vida sin dejar espacio al ejercicio de nuestras facultades más humanas: la inteligencia y la voluntad. Y si amar es lo más grande que puede hacer el ser humano, sí o sí debe ser racional y voluntario. Racional para saber qué hacer cuando el sentimiento se acaba y voluntario para hacer lo que sea necesario para seguir, todos los días, decidiendo amar a la otra persona.
Por otro lado, si bien ahora los mensajes que nos bombardean por donde vamos nos tratan de convencer de que hay que ser felices a toda costa, rodeados de placeres y sin problemas, debemos entender que eso no es real y que la vida está llena de buenos y malos momentos. Debemos tener claro que toda relación pasa por períodos en los que costará más esfuerzo sacar adelante la vida juntos pero que, con inteligencia y mucha voluntad, podremos hacer todo lo necesario para pasar las olas grandes y volver a la calma… hasta nuevo aviso.
Cuando aprendemos a dominar nuestros sentimientos o a vivir al margen de ellos, tenemos una mirada positiva de nuestra realidad, incluso en medio de las dificultades, obteniendo así una visión más equilibrada de la vida.
Finalmente, ¿los sentimientos son malos? Claro que no. Simplemente hay que saber darles el lugar que tienen y nada más.
© 2016 – Giuliana Caccia Arana para el Centro de Estudios Católicos – CEC













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